Galopa salvaje y libre, galopa movido por el espíritu de lucha y victoria. Escondidos en él, hombres de honor cuestionable preparar su ataque sorpresa. Agazapados y creyéndose los reyes del mundo, aniquilan al enemigo sin piedad, sin compasión, sin honor...vulneran y destruyen territorio ajeno en busca de Victoria, en busca de apoderarse de lo que un día fue Troya, de lo que un día fue indestructible... Recordados por los siglos de los siglos, consiguieron su gloria, consiguieron su deseo de ser recordados, admirados. Por encima de estos hombres se erige Aquiles, rey de reyes, héroe de ayer y de hoy, por siempre único y con la gloria de una vida efímera.



Troya (Wolfgang Petersen, 2004) da vida a la leyenda de una guerra épica, una guerra que enfrentó a griegos contra troyanos. En ella miles de hombres anónimos buscaron su propia gloria y victoria personal, participar en una lucha que ha día de hoy se sigue recordando. Nombres como Príamo, Agamenón, Helena, Héctor, Paris, Aquiles están hoy en el Olimpo de los dioses.
De la película se puede destacar su majestuosidad, al estilo de las grandes producciones, Troya nos hace vibrar y durante horas olvidar lo que somos y recordar lo que fuimos, no muy distinto a lo que ocurre en nuestros tiempos actuales. La lucha por territorios, el querer erigiese como rey del mundo, es un deseo que perdura en el tiempo.
Las escenas de lucha destacan por su agilidad y realismo controlado. La historia o más bien leyenda brilla y aporta magia a una trama que bien merecía ser contada. En definitiva estamos ante una película que será recordada durante muchos, muchos, muchos años...¡quien sabe si siglos! Y los que participaron en ella suya es la gloria.

Sinceramente me derrito ante Brad Pitt, no soy parcial lo reconozco. Si hay algo por lo que merece la pena verla es por él, por contemplar su torso esculpido en mármol. Cada mirada, cada escena, cada pose derrite al sector femenino...te deja con la boca abierta y deseando ser la pobre e indefensa Briseida... ¡La fortuna sólo la conceden a unos pocos! Y qué decir de esa última frase del gran Aquiles "me has dado paz en una vida de guerra" Bella...muy bella.
Pero si hablamos de frases o más bien de gritos de guerra no podemos obviar ese momento "HERCTOOOORRRRR!!!!!!" Sólo un héroe como él podría pensar si quiera en hacer tal barbaridad y esperar que su enemigo respondiera a su llamada, y bajo el rey sol y sobre la arena troyana luchar a muerte y sin piedad.



Haciendo revisión del film son miles y miles las imágenes que se agolpan en mi mente, podría citar escena tras escena y no parar nunca, porque todas merecen ser recordadas. Pero si hay una que ahora mismo colma mis pensamientos esa es la escena en la que el Rey de Troya, el señor Príamo, se presenta ante Aquiles...horas después de que este diera muerte a su hijo, al heredero al trono y Príncipe de Troya, Héctor el domador de caballos. Este es sin duda un momento mágico y trágico al mismo tiempo.
Pero no todo puede ser bueno, también me produce un rechazo máximo el Principito Paris... ¿por qué nadie acaba con él? ¿Por qué nadie lo mata sin piedad? Su cobardía, su mojigatería es enfermiza. Orland Bloom es el candidato perfecto para interpretarle, memo hasta lo absurdo... Sin más, no merece la pena seguir perdiendo el tiempo en hablar de la parte pobre del film. ¡Ohhhh Paris y Helenita, que pareja tan mona y perezosa! aggggggggg!!!

Película de filmoteca, que merecía un espacio en mi blog. Porque los grandes perduran y todo aquello que emocione y haga vibran merece ser llamado PELICULÓN.