¡Oh, capitán!, ¡mi capitán!, nuestro espantoso viaje ha terminado,
la nave ha salvado todos los escollos,
hemos ganado el premio que anhelábamos,
el puerto está cerca, oigo las campanas, el pueblo entero regocijado,
mientras sus ojos siguen firme la quilla, la audaz y soberbia nave.
Mas, ¡oh corazón!, ¡corazón!, ¡corazón!
¡oh rojas gotas que caen,
allí donde mi capitán yace, frío y muerto!

¡Oh, capitán!, ¡mi capitán!, levántate y escucha las campanas,
levántate, por ti se ha izado la bandera, por ti vibra el clarín,
para ti ramilletes y guirnaldas con cintas,
para ti multitudes en las playas,
por ti clama la muchedumbre, a ti se vuelven los rostros ansiosos:
¡Ven, capitán! ¡Querido padre!
¡Que mi brazo pase por debajo de tu cabeza!
Debe ser un sueño que yazcas sobre el puente,
derribado, frío y muerto.

Mi capitán no contesta, sus labios están pálidos y no se mueven,
mi padre no siente mi brazo, no tiene pulso ni voluntad,
la nave, sana y salva, ha anclado, su viaje ha concluido,
de vuelta de su espantoso viaje, la victoriosa nave entra en el puerto.
¡Oh playas, alegraos! ¡Sonad campanas!
Mas yo, con tristes pasos,
recorro el puente donde mi capitán yace,
frío y muerto.
Walt Whitman



Hoy comienzo mi blog a lo grande. Recordando un film que marca un antes y un después en el terreno estudiantil del séptimo arte. El club de los poetas muertos (Peter Weir, 1989) narra la historia de siete compañeros de viaje, que juntos descubren el Carpe Diem...La importancia de "vivir el momento", dejándose llevar por las pasiones, dejándose envolver por la libertad de pensamiento.

De la mano de Robin Williams (el señor Keating) un grupo de estudiantes de la prestigiosa y conservadora academia de Welton, descubren todo un nuevo mundo, la literatura cobra vida. A través de la poesía, el profesor inspira un cambio en sus alumnos, que se revelan contra el conservadurismo moral y reclaman su puesto en la sociedad.

Película para recordar y homenajear, grande en su simpleza y pura en su forma. Logra despertar al espectador y hacerle partícipe de la acción narrativa. Si te quedas indiferente ante tal obra maestra, es que realmente no sientes la vida, no sientes la libertad, no sientes ni amas la literatura. Porque como alguien me dijo una vez, "La literatura es vida y la vida es literatura".